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2021: Odisea de lo que sea
Se supone que cuando se lee algo se empieza por el título. En cambio cuando se escribe no, pero también. Este es un poco el caso. Cuando pensé en la rima fácil de odisea con lo que sea, y en la de 2001 con 2021, me dije que algo, lo que fuera, tenía que ser escrito bajo ese tontítulo, por no decir encabezado refrito. Hace ya años escribí lo de que "ugrafiar es lo que tiene", y tontitular, es decir, titular a lo tonto, pues debe ser que también.
Y bien, este año empieza con más incertezas que ninguno. Es el año "whatever", si nos da por verlo en inglés. Quizás por ello me saco un "hashtag" de la manga y zas. Escriba sobre lo que sea, le adoso el #2021odlqs y vámonos que nos vamos. Quiero pensar y escribir sobre diversos asuntos. Sobre cine y sobre música, sobre idiomas y sobre étimos, sobre fútbol y sobre política, sobre países y sobre paisajes, sobre libros y sobre tejuelos. Especialmente quiero escribir sobre tejuelos porque es una palabra que la mayoría desconoce mientras para una minoría es pieza clave de trabajo.
Creo que esa es buena palabra, también, la clave. Clave y llave, dual y sin embargo útil también para abrir un año. Mucho tiempo atrás era también el nombre de un buen programa de "la tele", el de aquel señor llamado Balbín, su barba, su pipa y sus invitados. Quienes ya tienen los mismos lustros que servidor, si vivieron por estos pagos, puede que recuerden aquella sintonía tan "whatever", precisamente...
Así pues queda inaugurado este pantano de letras: 2021, odisea de lo que sea. Dicho esto voy a ver... me encuentro con que Arthur C.Clarke publicó en 1968 la novela 2001: odisea espacial, en la que poco después Kubrick se basó para su famosa película, pero leo que después publicó tres novelas más de la saga, en los años ochenta situándolas en 2010 y en 2061, y rematando en los noventa con la cuarta, que se va al 3001, odisea final. Y tal y tal.
Me encuentro también con que llamamos Odisea a lo que en rigor podríamos también llamar Ulisea, pues en el griego original del originalísimo Homero, el "prota" se llama Odiseo. Ulises no es más que la forma latina de Odiseo. Así que los romanos cambiaron el nombre del viajante pero no el de la epopeya. De nuevo esa vocal ugráfica por antonomasia, la U, anda pues por medio. Sabía que Ilión era el nombre de Troya y que de ahí lo de la Ilíada, pero hasta hoy no sabía lo de Odiseo/Ulises. Que viene a ser un poco como lo de Leo y Lionel. Enigmas de los semidioses.
Dicho todo esto y antes de ponerme pesado voy a darle ya al botón de enviar, pues se hace camino al andar. Y mañana será otra odisea de lo que sea.
21 ago 2016
Los juegos de mi infancia
Aquel verano nos habíamos preparado a fondo. Bolígrafo en mano ante el televisor o ante las páginas del diario deportivo 'Dicen', apuntábamos nombres y apellidos de atletas, gimnastas, nadadores, piragüistas... en fin, lo que fuera... Nombres rarísimos algunos y otros menos, pero de sonoridades digamos que entretenidas. Cuando teníamos bastantes nos poníamos a realizar unas fichas, también de cartulina, con diseños de colores basados en las banderas de sus países. Y sobre cartulinas bien grandes en que habíamos dibujado las pistas de atletismo, las piscinas, etc. poníamos las fichas a competir a golpe de lanzamiento de dados, con una transcripción matemática a segundos, minutos, plusmarcas, etc.
Lo más entretenido era la narración... imitábamos a los comentaristas de entonces, que no eran tan plomizamente nacionalistas como lo de ahora y que hablaban más del deporte que de las nacionalidades de los deportistas. Lo más tremendo era que, al jugar siempre el azar, un desconocido velocista búlgaro igual podía sacarle cinco metros de ventaja al favorito yanqui, o que una nadadora de la RDA casualmente se hacía con el oro a la vez en la prueba de fondo y en la distancia más breve. Las piraguas eran divertidísimas: usábamos palillos de dientes, de los planos de toda la vida, y les pegábamos las fichas de colores y a correr, a base de golpe de dado, por sus calles, dibujadas bien rectas y con decoraciones que hacían el escenario más 'natural'. Que más daba si al final ganaban los japoneses o los holandeses... Lo importante era participar.
Total, que sin internetes ni nuevas tecnologías, con lápices Alpino y rotuladores Carioca, imaginación y paciencia, mi hermano mediano, nacido el año de la olimpiada de México (dos olimpiadas antes) y yo, nacido el año de la de Tokyo (tres antes), pasamos aquel verano haciendo correr, nadar y todo lo demás a un sinfin de personas con nombres y apellidos basados en hechos reales. Nos contemplaba y a veces tiraba también los dados nuestro hermano menor, nacido el año de la olimpiada de Munich (la anterior a Montréal). Llenamos unas cuantas libretas con anotaciones de las semifinales, finales, los registros, los círculos amarillos, grises y marrones de las medallas... Mientras por la radio o la tele hablaban de aquellos históricos... Alberto Juantorena, Nadia Comaneci o Irena Szewinska... a nosotros nos iba resultando otro medallero distinto, pero claro que nos daba igual, lo imaginábamos tan posible como el de las clasificaciones finales, que después pasaron a aquel maravilloso libro de resumen que nos cayó de regalo unos meses después...
Entonces las Olimpiadas eran otra cosa.
Claro que, bien mirado, de todo aquello, algo queda. El espíritu ese. Pues eso.